... ellos siguen su periplo por las calles del patagónico Fiske Menuco. La rueda gira y la ciudad no se detiene a observarlos: los acoge en sus rincones y los convierte en parte del paisaje cotidiano.

¿Cuáles son esos lugares y quiénes sus moradores?

martes, 26 de junio de 2012

Los vendedores NO ambulantes


Vendedor no ambulante de la calle Tucumán
Fotografía: Anahí Ríos Lumini

La calle Tucumán es el centro comercial por excelencia de Fiske Menuco. Podríamos decir que es la única calle comercial que se puebla hasta el hartazgo en los días laborales, esos en que uno apenas si puede caminar a fuerza de gambetas y pechazos. Si a uno hasta le parece que estuviera caminando por una calle menor de alguna gran metrópolis hasta que dobla en una esquina, camina un par de cuadras, y se adentra en la mansedumbre de un pueblo que se resiste a convertirse en espejo de las grandes ciudades.
Y desde allí vienen los vendedores no ambulantes de Fiske Menuco. Desde la mansedumbre. Precisamente, nada tienen de ambulantes, de trotamundos. Y se les nota en el cuerpo. Rostros tranquilos, palabras sencillas, la portentosa paciencia para aguantar el frío invernal y los vientos patagónicos que hielan la sangre. No son los mercachifles de la gran ciudad, que aturden a los transeúntes con cantinelas repetidas una y mil veces. La serenidad los caracteriza. Su estrategia apenas si consiste en apostarse al borde del cordón cuneta, la espalda contra la calle, el termo de café o agua para el mate a un cosatado, y la mirada perdida en el vaivén frenético y rutinario de los cuerpos.
A diferencia de las metrópolis y sus amplias veredas, en Fiske todas las veredas son casi estrechas. Baste decir que cuando a una pareja de novios o de ancianos se les ocurre caminar del brazo, lentamente, mientras miran vidrieras, de seguro que algún apresurado se impacienta por detrás o se abre hasta el cordón para pasarlos como en una carrera. Pero ese apresurado no podrá pasarlos cuando se tope con el puesto de los vendedores no ambulantes. ¿Será este el único caso en que las personas experimentan la sensación de túnel humano a cielo abierto, tan típico de las veredas citadinas?

Fotografía: Anahí Ríos Lumini
Poco le importa al vendedor, porque sabe que en esos embotellamientos el transeúnte debe detenerse y dirigir su mirada a alguna parte. Y entonces cobra valor el despliegue realizado: pañuelos brillantes por aquí, los últimos estrenos del cine en la otra esquina, la bijouterie de mala calidad a mitad de cuadra. Es la hora preciada en la que el vendedor pierde el anonimato por un instante para ser reconocido tras unas gafas o unos ojos curiosos. El resto del tiempo seguirá siendo otro adorno del paisaje.

Fotografía: Anahí Ríos Lumini

Si en la ciudad los vendedores sobreviven gracias a esos códigos callejeros que determinan quién vende y quién no, hay que decir que en Fiske también los hay. Los no ambulantes son pocos y se conocen bien. Esta esquina es mía, aquella cuadra es tuya. Aquí no se pelea a los gritos, como en las metrópolis, por un pedazo de vereda o por vender en el bagón de un trén. Aquí basta con una mirada. Una mirada fría y severa, como el mismo viento de invierno. Pobre de quien se atreva a violar esos códigos.
Hubo un tiempo en que unos tipos malos los quisieron correr de la calle Tucumán. Les proponían irse más allá de las avenidas San Juan o Mendoza, es decir, fuera del casco céntrico. No era ésta una mala idea, salvo por el pequeño detalle de que los perros callejeros no hubiesen resultado suficiente clientela para los vendedores no ambulantes

2 comentarios:

  1. FELICITACIONES HERNÁN! Confío en este blog porque sos un gran observador y contador de historias. Muchos éxitos amigo! Mientras la rueda gira... yo parare a leerte un rato, todos los días.

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  2. Gracias Ani! Sin duda este blog no sería nada sin tus hermosas fotografías. Recién empezamos, pero vamos por más. Un abrazo compañera.

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